martes, 5 de enero de 2010

O TOLO


Hoy he sabido de la muerte de un hombre que conocí en Galicia hace algunos años. Era ya anciano y, según me han dicho, le han encontrado sin vida en el Parque de la Alameda, en Santiago de Compostela, seguramente cerca de Valle-Inclán, entre la carballeira, los arces, los castaños de Indias, los cedros del Himalaya y la camelia florida. Como él quería. Lo sé porque me lo dijo. Y aunque no me lo hubiera dicho...

Le llamaban O Tolo ("El Loco"), porque hablaba solo -consigo mismo, decía él- y con los árboles, recitaba poesía y teatro en voz alta, contaba a los turistas y locales las historias que querían escuchar y las que desconocían por completo, sobre esos árboles, el parque, la ciudad... He de decir que tan sólo hablé una vez con él, media tarde, pero a mí me pareció una de las personas más cuerdas de cuantas he conocido. Una cordura que para los demás era locura. A lo mejor porque ni vivía, ni pensaba, ni hablaba como ellos.


Paseaba yo por el parque, sola, mochila en ristre cual Labordeta. Me encontraba de pie, observando un roble centenario, cuando de pronto escuché una voz ronca y anciana, más anciana -se me antojó- que el roble que observaba, la cual comenzó a narrarme calmada y minuciosamente la historia de aquel árbol. La escuché con atención y agrado (disfruto de estas sorpresas). Luego me di la vuelta y vi a un hombre bastante viejo y muy estropeado. No parecía exactamente un vagabundo, más bien un hombre con pocos recursos económicos o ningún interés por mostrarlos. Lucía una barba gris de varias semanas, sus ropas eran viejas, pero cuidadas, y olía a caramelos de menta.


Le permití, complacida, que me siguiera-guiara por el parque y que me contase lo que él deseara. Apenas le interrumpí, pues en cierto modo me parecía un sacrilegio. Desde el principio vi que era un hombre culto, muy culto, amable, desprendido, nada convencional... y destilaba una extraña combinación de tristeza y entusiasmo por la vida y por las historias que contaba. Me encantó. Y nada más dejarle, caminaba yo pensando que se trataba de una mixtura mágica y maravillosa de un trasgo, Gibran y Valle-Inclán.


Después de aquella tarde espléndida e inolvidable no volví a verle. Aunque la verdad es que le he recordado muchas veces, sobre todo cuando miro un árbol y me pregunto cuánto ha vivido, cuántas vidas ha visto pasar y cuántas historias han escuchado su tronco, sus ramas y sus hojas.

"Paseo de la Herradura", en el Parque de la Alameda. Al fondo,
perspectiva de la fachada del Obradoiro (Santiago de Compostela).
Fuente: Viajando tranquilamente por España
"De viaje por Galicia: Santiago de Compostela siempre sorprendente"
......

O Tolo me ha recordado a El Loco de mi adorado Gibran Jalil Gibran, o viceversa, que nació un 6 de enero, cual regalo de Reyes Magos:
.....
Me preguntáis cómo me volví loco. Así sucedió:
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras. Sí, las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado y que llevé en siete vidas distintas. Corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:
-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:
-¡Miren! ¡Es un loco!
Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:
-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!
Así fue que me convertí en un loco.
Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.



Escultura de Ramón Mª del Valle-Inclán en
el Parque de la Alameda (Santiago de Compostela).

Fuente: Parque Patricios Blog
"Ayuda para los forasteros: diga Ínclan, jamás Inclán"

.
.
"Loco no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo, todo, menos la razón."
(Gilbert K. Chesterton)
.

1 comentario:

Pepita Grillada dijo...

Su, yo quiero ir contigo y con tu mochila y conocer a más Tolos. Escribes como los ángeles y me he enganchado a Khalil Gibrán gracias a ti. Un beso guapa.